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sábado, 30 de agosto de 2008

Hispanos temen evacuar Nueva Orleáns
por miedo a la deportación
NUEVA ORLEANS (AP) _ El huracán Gustav se aproximaba el sábado al estado de Luisiana, pero docenas de trabajadores hispanos temían evacuar Nueva Orleáns por miedo a ser deportados.
A medida que los autobuses y las carreteras se llenaban de gente que intentaba abandonar la ciudad, un grupo de hispanos conversaba cerca de la avenida Claiborne, donde antes solían esperar a ser recogidos para ir a trabajar.
Pictor Soto, un peruano de 44 años, dijo que habían escuchado la radio y televisión en español, pero que no sabían qué hacer y esperaban que alguien se lo dijera. La posibilidad de ir a la terminal de pasajeros Union para tomar un autobús allí, no sonaba bien.
"El problema es que allí habrá agentes de inmigración y aquí todos somos indocumentados", dijo Soto.
Gustav se transformó en un potente huracán al sur de Cuba y podría afectar la costa de Estados Unidos en cualquier parte desde la Florida hasta Texas a partir del martes. Pero los meteorólogos dijeron que hay buenas posibilidades de que Nueva Orléans sea afectada por al menos vientos con fuerza de tormenta tropical.
Eso acrecentó la posibilidad de que los habitantes de Nueva Orléans, devastada hace tres años por el huracán Katrina, abandonen la ciudad.
Muchos residentes decidieron partir de una vez, sin esperar las órdenes de las autoridades.
Las filas de ciudadanos eran tan largas que daban seis veces la vuelta al aparcamiento de coches de la terminal Union. Bajo un intenso sol, muchos empujaban el carrito del bebé con una mano y la maleta con la otra.
Voluntarios ofrecían agua y los equipos médicos se mantenían cerca por si acaso alguien se desmayaba o deshidrataba.
Joseph Jones, de 61 años, llevaba una toalla sobre su cabeza para bloquear al sol. Llevaba en fila dos horas y media, pero no se quejaba. Cuando el huracán Katrina golpeó la zona, Jones quedó atrapado en un puente de la autopista.
"Esto no me gusta. Ir a un sitio que no conoces, con gente que no conoces", dijo Jones. "Y luego cuando vuelves, ¿estará bien tu casa?", añadió.
Las autoridades no han impuesto aún una evacuación a toda escala, pero empezaron a agrupar a los enfermos, los ancianos y a aquellos que carecen de medios de transporte. El estado gastó siete millones de dólares en disponer de 700 autobuses para transportar a unas 30.000 personas a refugios.
Muchos residentes dijeron que la evacuación fue menos caótica que la de Katrina. Pero no todo el mundo estaba contento.
Elizabeth Tell, de 67 años, llevaba esperando en una esquina desde las 6:30 de la mañana a un autobús para gente discapacitada, junto a su perro Lee Roy.
El autobús les llevaría a la estación pero no apareció hasta tres horas después repleto de gente con sillas de ruedas.
"¡No se encargan de nosotros aquí abajo!", gritó.
Al mismo tiempo, muchos residentes esperaban una orden de evacuación formal.
Automóviles cargados con ropas, cajas y jaulas con mascotas enfilaron hacia el norte en medio de un tráfico congestionado por la carretera interestatal 55, una de las principales rutas para abandonar Nueva Orleáns. Las estaciones de servicio no daban abasto, y hospitales y centros de atención a los ancianos comenzaron a enviar a los pacientes a sitios más altos o más alejados.
Los cajeros automáticos empezaron a quedarse vacíos y las gente abarrotaba las tiendas y supermercados para comprar botellas de agua.
Los 310.000 o 340.000 residentes que ignoren las órdenes de evacuar tendrán que aceptar "responsabilizarse de ellos mismos y de sus familias", dijo Jerry Sneed, el director de los servicios de emergencia de la ciudad.

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