"Pablo Emilio Escobar Gaviria" |
Los solicitantes del registro denegado son María Isabel Santos Caballero y Juana Manuela Marroquín Santos y Juan Sebastián Marroquín Santos, la viuda y los hijos, respectivamente, del que fue jefe del cartel de Medellín, los cuales cambiaron de nombres cuando se instalaron en Argentina a fines de los años 90.
Los tres habían solicitado el registro internacional de esta marca con fines de educación, formación y esparcimiento.
La Superintendencia negó el registro de la marca con el nombre del mayor narcotraficante de la historia por estar "asociado con un ciclo de violencia por el cual atravesó Colombia en la década de los ochenta y parte de los noventa que dejó miles de víctimas", según un comunicado del organismo.
"Dicha marca hace apología a la violencia y atenta contra el orden público, máxime si se tiene en cuenta la finalidad de los servicios que pretendía amparar, como son la educación, formación y esparcimiento", agrega el comunicado.
Los solicitantes alegaban que la marca "Pablo Emilio Escobar Gaviria" buscaba transmitir mensajes que invitaran a la reflexión de la humanidad para gestar así una sociedad que recupere y respete los valores humanos, generando una consciencia que recupere la moral y las buenas costumbres.
En 2012, Sebastián Marroquín, el hijo de Escobar, creó polémica al lanzar una línea de camisetas y otras prendas estampadas con el documento de identidad de su padre, sus tarjetas de crédito y un certificado de antecedentes penales, entre otros documentos.
En una entrevista en agosto de 2012 en Buenos Aires, el hijo de Escobar dijo que su intención era invitar a los jóvenes a "no repetir" la historia de su padre.
Las camisetas, según dijo entonces, formaban parte de la colección "Poder Poder" elaborada por "Escobar Henao", una marca textil creada a principios de 2012 por Marroquín.
Según el hijo de Escobar, su ropa se vendía en Internet y en tiendas de Estados Unidos, México, Guatemala, Ecuador, España y Austria.
De acuerdo a estimaciones oficiales el cartel de Medellín perpetró 4.000 asesinatos en las décadas de los años ochenta y noventa.
Pablo Escobar murió a manos de la fuerza pública en diciembre de 1993, un año y medio después de su fuga de la cárcel La Catedral, construida para él en terrenos de su propiedad.
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